31.8.08

Claustrophobia

(Elegantly wasted)


Extendió con un golpe de mano la gasolina por el fondo antiadherente y a continuación dejó la sartén sobre el fogón encendido. Después volvió al fregadero... Magnífico: ya estaba descongelado. Tomó el ejemplar y lo hojeó para comprobar que había quedado suelto. Tratado de la Naturaleza Humana, volumen primero, en cartoné plastificado. Quizá el regalo de un periódico. En todo caso, una cena digna de las mejores mesas del mundo. Decidió cocinarlo a la espalda, así que lo abrió por las páginas centrales y lo posó sobre la gasolina caliente... Chisporroteó. Pronto una lengua de fuego azul se abrió paso de la tinta al techo. Flambeado de Hume. La nouvelle cuisine no podría haber creado jamás algo tan soberbio. Así que, con los ojos cerrados y una sonrisa plácida, acercó la cara a su obra y dejó que el calor derritiera sus facciones.


Este hacerse mayor sin delicadeza...
Esta espalda mojada de moscatel.
Este valle de fábricas de tristeza,
esta duda, esta certeza, esta colmena sin miel.


Joaquín Sabina,
Cerrado por derribo


Debajo de mi escritorio hay una mochila llena de libros. Hace más de un año que volví a esta ciudad, pero debajo de mi escritorio sigue habiendo una mochila llena de libros. Nunca quise deshacerla. También hay dentro otras cosas: un pequeño peluche tuerto, un paquete vacío de tabaco extranjero... Pero sobre todo libros. Algunos ya no merecen estar ahí dentro, pero no puedo hacer nada. No puedo abrir su cremallera con estas manos manchadas de rutina y de ceniza mojada.

No contiene pasados, ni futuros; ni recuerdos, ni respuestas, ni personas, ni sueños. Sólo se trata de un esperpéntico ansiolítico. Algo a lo que poner velas. Equipaje de mano. Un espejo crudo. Gasolina con mucho plomo.