La otra noche hablé con mi ángel de la guarda.
Me contó que ya era libre, que ya no podía rezar.
[...]
Luego se acercó, me agarró de la mirada,
me escupió en toda la cara... Y cantaba sin parar.
Albertucho,
Mi ángel de la guarda
Nosotros nunca vamos a perder el contacto.
Nosotros nunca vamos a perder.
¿Nosotros? Nunca, vamos...
No, nosotros nunca.
¿Nosotros?
No.